OPINIóN

Tenemos que mundializarnos


Cada día más, el ser humano necesita cuidar y proteger su campo interior, sus reservas poéticas, para poder caminar y reconocerse en el camino. Deberíamos aprender a readecuarnos desde el corazón. Sin duda, seríamos otros en esta mundanidad que nos acorrala

Cada día más, el ser humano necesita cuidar y proteger su campo interior, sus reservas poéticas, para poder caminar y reconocerse en el camino. Deberíamos aprender a readecuarnos desde el corazón. Sin duda, seríamos otros en esta mundanidad que nos acorrala, donde nadie se fía de nadie y todo se confunde. La ruta de la coherencia, del desprendimiento como proyecto de vida, son actitudes que hemos dejado de cultivar. De ahí, la necesidad de regresar a otras sabidurías más generosas, con otro espíritu más solidario y menos egoísta, que nos haga valer como ciudadanos del mundo, en la construcción de un planeta mejor para todos. Por ello, hoy más que nunca necesitamos personas sólidas en sus principios, líderes que no defrauden nuestra esperanza, individuos abiertos y comprensivos, que no pongan muros en sus existencias. Para desgracia nuestra, no tenemos muchos referentes, pues hasta la misma Unión Europea dilapida recursos, triturando servicios y capitales, lo que activa tremendas desigualdades entre unos y otros. Así no puede haber unidad. Ojalá el mundo fomentase otros marcos de convivencia más auténticos, más respetuosos y menos enfrentados. Sin duda, necesitamos reintegrarnos todos con más hondura y menos superficialidad, con más empeño y menos desgana, con más fortaleza y menos flaqueza en definitiva.

Por otra parte, hemos de reconocer que el futuro nunca ha sido fácil. Es cuestión de trabajar más y mejor, con más donación y menos intereses de grupo. Pasarán los años, pero hemos de darnos cuenta, que una especie como la nuestra, globalizada en todo, avanzará en la medida que cultive la solidaridad entre sus gentes. Ahí está el gran fallo de la Unión Europea, pensar únicamente en una zona privilegiada de libre comercio, obviando las penalidades de infinidad de ciudadanos a los que no acierta a dignificarlos. Cada país, cada continente y también cada pueblo, por insignificante que nos parezca, ha de luchar por sentirse parte del linaje mundial, con lo que esto conlleva de aportación en la construcción del espíritu global. Creo que ya lo dije en sucesivos artículos, el mundo cohabitará como un todo, cuando coexista en la conciencia de todas las razas, religiones y culturas, haciendo nuestro el destino y el horizonte de todos. Desde luego, tenemos que mundializarnos, no dejando a nadie atrás, en la cuneta. Es, por ello, que no podemos renunciar a lo que nos dignifica, y cada uno de nosotros en vez de ser el problema, hemos de ser parte de la solución. Terciemos para que así sea, cada cual desde su historia existencial, lo que nos hace mirar con gratitud el pasado, con entusiasmo y discernimiento el presente, para renacer a una atmósfera más bondadosa de renovación, a pesar de nuestras limitaciones y torpezas.

Ciertamente, el mundo es nuestro a poco que nos dejemos impregnar por su recorrido vivencial. Ha llegado el momento de impulsar un nuevo comienzo, donde el diálogo creativo de todos, nos empuje a florecer, mundializados en un fecundo quehacer. Nadie sobra, todos somos necesarios e imprescindibles en la tierra para dar fruto, sin que sea maltratada, por los nuevos dioses de lo corrupto. Quizá ha llegado la hora de interrogarnos sobre nuestro modo y manera de vivir. A lo mejor tenemos que priorizar la cuestión humana sobre todo lo demás. Seguramente sí. A veces pienso que nos aprietan tantas cadenas, que nos impiden divisar el bosque. Quiero volver a una palabra que ya dije, a mundializar lo digno como sombra que nos pertenece. El ser humano es lo fundamental. Y en este fundamento, radica nuestra realización como seres humanos. El no tener trabajo, pongamos por caso, es muy grave, ya no solo por no tener lo necesario para vivir o para comer, también porque nos hunde y destierra como miembros de un colectivo. Al fin y al cabo, lo importante no es entregar migajas a través de comedores sociales, sino la de defender un trabajo digno para todos.