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Niños y jóvenes fabrican y tocan sus instrumentos


A través de escuelas o talleres las nuevas generaciones de las comunidades indígenas, trabajan en el fortalecimiento y ampliación del repertorio de melodías andinas.



Los sonidos de los pingullos, pallas y flautas escapan del interior del Museo de las Culturas de Cotacachi, en Imbabura. Cada domingo, chicos, de entre 9 y 16 años, aprenden a confeccionar estos instrumentos musicales de viento, que alegran las fiestas y ritos indígenas.

Sobre una mesa, instalada en el patio central de esta edificación patrimonial, funciona el improvisado taller cuyo equipamiento es básico. Hay varios juncos o carrizos, una caladora, una perforadora y lijas para pulir las cañas.

Con su dedos cortos y gruesos, Blanca Farinango afina su nueva flauta. Ahí conoció que el tamaño del instrumento es distinto en cada parcialidad de este cantón imbabureño. También que los mejores juncos para elaborar los vientos crecen en la parroquia de Salinas, en el valle del Chota.

Farinango lleva dos de sus 16 años interpretando sanjuanitos en el Inti Raymi (Fiesta del Sol, en español). Esta es la ceremonia de agradecimiento a la madre tierra, por las cosechas. Esta indígena es la única que integra el grupo de músicos de la comunidad de San Pedro.

La flautista se ha ‘codeado’ con taitas (padres) como José Chávez, considerado uno de los mejores intérpretes de este instrumento andino. La idea de esta escuela, bautizada como Waruntzi, nombre con que se conoce al grupo de músicos en parcialidades kichwas de este cantón, es salvaguardar los ritmos autóctonos y la práctica de varios rituales, explica Luis Bonilla, director de este colectivo.

El taller funciona hace siete años. La idea surgió en la comunidad indígena de Turuco. Ahí, Luis junto a su hermano Jesús Bonilla y su amigo Lenin Farinango mostraron interés por conocer más sobre pallas, pingullos, flautas, caracoles, pífanos, ocarinas... Estos últimos son silbatos hechos con barro.

La iniciativa les llevó también a investigar a los músicos locales sobre ritmos y tradiciones. Lenin Farinango, instructor de Waruntzi, explicó que así se familiarizaron con sanjuanitos, abagos y yumbos.

Este último, por ejemplo, aún se preserva en parcialidades como Cumbas Conde. El parsimonioso golpeteo del tambor y los agudos sonidos de las pallas (rondadores pequeños), acompañan, por ejemplo, las romerías de la Virgen de Santa Ana, patrona de Cotacachi.

La pedagogía de Waruntzi también incluye la visita a localidades en donde habitan los músicos. Mariano Arango, vecino de Angla, en Otavalo, mostró a los chicos cómo domina la tunda ecuatoriana, una flauta de más de un metro. La música es vital para los kichwas. Con ella se cuentan historias, explica Lenín Alvear, responsable del museo.

FUENTE: El Comercio