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La tragedia conmovedora de Vicente ‘Chivo’ Espinoza Jaén tras las secuelas del covid-19


Más allá de la coyuntura -el domingo pasado se cumplieron 60 días de haberse contagiado por COVID-19-, este testimonio es un recordatorio de la valía que tiene para el futuro registrar y contar la historia de Jaén un hombre común, un ser ordinario que vivió la tragedia de la epidemia como uno de los tantos protagonistas.

Más allá de la coyuntura -el domingo pasado se cumplieron 60 días de haberse contagiado por COVID-19-, este testimonio es un recordatorio de la valía que tiene para el futuro registrar y contar la historia de Jaén un hombre común, un ser ordinario que vivió la tragedia de la epidemia como uno de los tantos protagonistas.

Ahí están historias como la de César León García, padre de Lupe que falleció, quien cuenta cómo la vida de la hija que amaba se apagó en menos de dos semanas, a causa de la mortal enfermedad. O la historia de la familia Toala, una estirpe que tuvo que sufrir con la muerte de cuatro de sus miembros.

Las mujeres y los hombres que hablan de la enfermedad cuentan sus propias historias, de su familia, amigos y conocidos y a la par reflexionan del momento que les tocó vivir. Para ellos, al igual que lo que le pasa a la gente que está siendo afectada por el COVID-19, fue complejo lidiar con un miedo nuevo, uno que a diferencia del que produce la guerra o una catástrofe natural no se podía oír, ver u oler.

Hasta la fecha se desconocen las cifras exactas de las personas que han muerto a causa de COVID-19 en el cantón Huaquillas y de las que viven con algún tipo de secuela provocada por la vigente enfermedad. Lo más probable es que, como dice Vicente Espinoza Jaén en un pasaje de su testimonio, “todavía no nos damos cuenta que las cosas más terribles ocurren en silencio. La vida se descompone lenta y dolorosamente”.

El 18 de mayo del 2020, salió del hospital básico Huaquillas, luego de permanecer bajo cuidado médico al haberse contagiado por COVID-19. 245 libras era su peso antes que caiga con la enfermedad, hoy luego de 65 días, tras angustia, necesidades y saber que el virus pueda haber desordenado algún órgano, su peso está por 140 libras.

La salud de Vicente ha ido desmejorando, pero asiste donde un neumólogo en la ciudad de Machala, él es quien le hace el seguimiento a falta de médicos del Ministerio de Salud Pública.

A pesar del tratamiento, Vicente Espinoza al caminar y hacer un pequeño esfuerzo siente cansancio y su corazón acelera su ritmo. “Jamás imaginé verme atacado por COVID-19. Tampoco imaginé a la boyante y comercial Huaquillas de 70 mil habitantes, repleta de algarabía y de ánimo en cada uno de sus rincones, con calles y avenidas atestadas de vehículos, de comerciantes y turistas galopantes. El miedo al contagio y a la muerte recorren nuestros hogares y el territorio fronterizo desde el Puente Internacional hasta Puerto Hualtaco, hasta sus límites con sus parroquias Ecuador, El Paraíso, Unión Lojana y Milton Reyes.

En los ojos que me miraron, cuando me detenía en los semáforos, vi más que preocupación: vi angustia, dolor, debilidad e indefensión ante una pandemia que no distingue clases sociales ni raza ni sexo.

Mientras unos se aventuran desprotegidos a la calle para conseguir comida, a pesar de que puedan contagiarse, otros salimos para comprar medicinas.

“En los ojos piadosos de mi esposa María Ramos, mis hijos, de los huaquillenses veo sus preocupaciones: angustia, dolor, debilidad e indefensión ante una pandemia que no distingue clases sociales”, musita con voz apagada pero con la convicción y fe que el Todopoderoso seguirá bendiciendo a todo su familia

“No hay que culpar al personal médico del hospital, si bien es cierto este no es el momento para criticar sino para ser solidarios y ayudar, hay algo que no se puede dejar de decir: no estábamos preparados para una pandemia así”.

Quisiera pensar que falta menos, que esta tragedia que aqueja a centenares de familias en Huaquillas no va a convertirse en una que sufran miles.

Sin embargo, mi esperanza es frágil. Muchos Estados, entre ellos el ecuatoriano, han quedado en entredicho. Su única función real, aquello que los justifica, es la de garantizar a sus ciudadanos seguridad, justicia y salud.