OPINIóN

Alegría y calma


Hemos comenzado el 2018 más con incertidumbres que con certezas, más con interrogantes que con respuestas, más con problemas que con soluciones. Bueno, este es el escenario de nuestro diario vivir. Sin duda tras de esto está: la desbordante tecnología (escasamente utilizada para el bienestar humano), la desigualdad en los ingresos que reproduce grandes grupos sociales en pobreza, la inequidad de la ética que ha derivado en corrupción de bienes destinados a la obra de desarrollo social.

Hemos comenzado el 2018 más con incertidumbres que con certezas, más con interrogantes que con respuestas, más con problemas que con soluciones. Bueno, este es el escenario de nuestro diario vivir. Sin duda tras de esto está: la desbordante tecnología (escasamente utilizada para el bienestar humano), la desigualdad en los ingresos que reproduce grandes grupos sociales en pobreza, la inequidad de la ética que ha derivado en corrupción de bienes destinados a la obra de desarrollo social.

Ahora, esta caracterización evidencia la situación social del país, pero hay otra que pertenece a cada uno de nosotros Es nuestra personalidad, nuestra mente, nuestra vida emocional, nuestra constitución corporal. Esa realidad es única, pertenece solo y tan solo a nosotros como personas – individuo. Es nuestra realidad psíquica.

Claro, el carácter único no excluye la construcción social e histórica de nuestra mente. Por ejemplo, la mayor parte de la población tiene construcciones mentales religioso católico cristianas, no budistas. Aun siendo así, no podemos justificar el determinismo social. Ahí cobra extraordinaria importancia el papel de la conciencia. Es aquella la que nos permite darnos cuenta de nuestros actos. Esa conciencia es personal y absolutamente irrepetible.

Esa conciencia si está en nuestros dominios, es posible cambiarla. No debiéramos transformarla en núcleo de odios, rencores, enojos, envidia, celos, apegos; como tampoco de miedos, tristeza, ansiedades depresiones, penas, amarguras. Todas estas experiencias negativas terminan enfermando a la persona y cultivan el fermento de la violencia. Estoy convencido de una práctica solidaria, sin egoísmos, de amor incondicional, de perdón, de inmensa tranquilidad y de gratificante alegría.